Todos sabemos que el embarazo es un proceso transformador para la mujer que conlleva una serie de cambios físicos, sociales, neurobiológicos y psicológicos, dejándola en un lugar de especial vulnerabilidad.
Sin duda es una etapa vital, de gran intensidad, generalmente deseada y supuestamente feliz. Sin embargo, a veces el embarazo no es la experiencia que las madres esperan, y cuando esto sucede la mayoría de las mujeres callan y esconden sentimientos apremiantes, ya sea porque no cuentan con espacios adecuados para hablarlo, o por temor a ser juzgadas.
Esto resulta más común en mujeres que presentan embarazo de alto riesgo: cuando el pronóstico del bebé o de la madre implica riesgo vital, y es aquí donde los procesos habituales de adaptación al embarazo se verán interrumpidos y la mujer deberá hacer un doble esfuerzo psíquico y emocional para manejar el estrés de su embarazo y la incertidumbre o temor de perder a su bebé. Si no lo logra, vivirá un duelo anticipado por la pérdida del embarazo y/o parto soñado. Todo esto suele ser un gatillante de episodios de angustia, estrés, miedo y ansiedad.
En este contexto resulta fundamental que las mujeres embarazadas cuenten con un acompañamiento integral, es decir por profesionales especialistas que atiendan sus necesidades, lo que tendrá una repercusión positiva también en su pareja y familia en general. El acompañamiento psicológico idealmente desde el embarazo, durante el parto y el puerperio, resulta de gran importancia para pesquisar los elementos angustiosos, solo así se pueden identificar fortalezas y vulnerabilidades. De esta forma se puede intervenir de manera preventiva sobre ciertos contextos y aspectos de la propia historia vincular de cada mujer, lo que tendrá una repercusión positiva también a nivel del vínculo con el bebé y en la transición a la nueva identidad y rol: se sentirán más preparadas y finalmente las ayudará a tener una experiencia de parto más positiva favoreciendo los cuidados que las madre podrán entregarles a sus bebés.