Para nadie es un misterio que durante el embarazo, parto y puerperio la mujer sufre una transformación física y psicológica, donde se modifican todos sus órganos y sistemas. Estos cambios son comandados por una cascada de hormonas que se secretan tanto del cerebro de la madre como del bebé. En un parto fisiológico esta danza hormonal también es la que inunda ambos cerebros cuando el bebé está listo para salir del útero materno….si, es el bebé el que decide cuándo llega el momento de salir!, emitiendo una señal desde su cerebro, que se traspasa por el torrente sanguíneo al cerebro materno, provocando contracciones uterinas y dando inicio al trabajo de parto.
Esta cascada de hormonas también tiene un efecto a nivel emocional, provocando un estado alterado de conciencia. Este estado no solo se expresa como un ensimismamiento y desconexión con el exterior, sino también una alteración en la memoria, en la percepción temporal, sensorial, desinhibición, regresión, etc. A este estado particular y de alteración de conciencia se le ha llamado “planeta parto”, haciendo referencia a un momento particular e irrepetible en cualquier otro momento de la vida, es como estar “en otro planeta”.
Cuando se acerca el momento culmine del parto se produce una nueva oleada de hormonas, que esta vez estará destinada a ayudar al bebé a salir. Donde pese al cansancio, la madre sentirá una fuerza irreconocible, nunca antes experimentada, acompañada de la expresión ocasional de conductas “extrañas”, a menudo muy mamíferas. Es en este último momento donde se suelen describir experiencias trascendentales o místicas que las hacen sentir empoderadas y pueden conectar amorosamente con su bebé. Esta sensación se queda grabada en la memoria y suele trascender al parto, teniendo un efecto en el concepto de sí misma y en el rol materno.